Independientemente de la especialidad que figure en el título a los ingenieros se nos clasifica jocosamente en cinco categorías básicas: “pisabarros”, “chupatintas”, “pintamonas” “maestrillos” y “funcionatas”. El nombre lo dice todo: Un pisabarros es el que más grita de la obra y el que tiene el coche mas guarro del aparcamiento, el chupatintas pena en las oficinas a causa de las manias de los jefes (los de verdad) pero al menos no tiene necesidad de cambiarse de ropa dos veces al dia, el pintamonas se pasa la vida quemándose los ojos frente al ordenador en algún subsótano de alguna siniestra oficina técnica, el maestrillo se dedica a enseñar lo que nunca aprendió a un montón de ineptos irreverentes (pero le pone figurar algún día como “Catedrático de Tal” ) mientras que el funcionata ha sacado unas oposiciones y espera la jubilación aguantando pacientemente, uno tras otro, a los zopencos que el político de turno le enchufa como jefe de departamento.
Pero desde el punto de vista de la personalidad sólo hay dos tipos de ingenieros: los pisabarros y los chupatintas, distinguiéndose unos de otros a primera vista por detalles tales como las barbas, la palidez de la piel o la resistencia a ultranza al traje y la corbata. Decir que se odian entre sí sería exagerar… pero no mucho.
Yo reconozco que toda mi vida he sido un humilde pisabarros. Me gusta estar al tajo y en el tajo, qué demonios. Para mí un ingeniero que tiene miedo de mancharse las manos -en sentido literal y metafórico- no es un ingeniero, es un puto abogado infiltrado. (Por más que tengo que reconocer que, con la edad, cada vez le tengo más aprecio al climatizador y me cuesta más agacharme bajo las máquinas).
Pero..¡Ay!. Los ingenieros pisabarros somos dinosaurios en vías de extinción. Hoy por hoy la cualificación de un ingeniero no se mide por su liderazgo, su iniciativa, su capacidad de tomar decisiones, su ingenio, sus conocimientos técnicos, etc. Ni siquiera por ser capaz de resolver problemas irresolubles y salir de situaciones imposibles.
La verdadera virtud de un ingeniero posmoderno es su habilidad para maniobrar en la densa y siempre creciente red de normativas, imposiciones legales y procedimientos administrativos que nos definen la forma “correcta” de hacer las cosas. Y los canales son cada vez más estrechos. Y su desempeño se mide por su capacidad para rellenar correctamente los cuestionarios oficiales y tener a mano el papel adecuado en el momento adecuado. Todo lo demás, el liderazgo, la iniciativa y todo eso, son consideraciones secundarias, cuando no deméritos.
13.3.09
22.2.09
No hay mal que cien años dure
Pues como todos los años , aquí os cuelgo una afoto de la floración de los almendros. Tras un invierno particularmente duro, mas frío y húmedo que de costumbre, la floración de este año ha sido realmente espectacular. Desde luego aún queda invierno por delante pero para algunos ya ha llegado la primavera.. ¡y de qué modo!. Quien preocupado por la crisis quiera ver en ello una analogía esperanzadora que la vea. Yo sólo disfruto del espectáculo.
19.1.09
Velocidad y consumo


La justificación principal que nos han dado para la limitación es -teóricamente- reducir la contaminación ambiental. La teoría es que a menor velocidad media menor consumo de combustible y por tanto menos contaminación. ¿Es esto así?. Contra esta lógica se han alzado muchas voces discrepantes, entre ellas las del RACC, alegando que el principal factor no es la velocidad sino las "revoluciones del motor" (sic) o el tráfico pesado o las retenciones.....
Intentemos analizar "científicamente" la cuestión. Para hacerlo más sencillo hablemos de "energía", un concepto en verdad nada simple pero que -al parecer- todo el mundo parece (o cree) entender intuitivamente. Un motor consume combustible (enegía química) para convertirla en energía cinética. Dejando de lado de momento la eficiencia del motor en tal menester, la energía cinética de un cuerpo es proporcional a su masa y al cuadrado de su velocidad. Un breve cálculo basta para darnos cuenta que para arrancar desde cero y acelerar hasta los100 km/h el mismo vehículo necesitaría incrementar su energía en algo más del 50% de lo que necesitaría para acelerar hasta los 80 km/h. O lo que es lo mismo: va a consumir un 50% (vez y media) más de combustible.
Una vez a velocidad de crucero, si ésta fuera constante y si el vehículo viajara en el vacío en gravedad cero ya no necesitaría gastar combustible para conservar esa velocidad. En la práctica tiene que vencer dos fuerzas principales: la resitencia aerodinámica y la resistencia a la rodadura. La primera, popularmente conocida como Cx, es directamente proporcional a la velocidad: es decir a mayor velocidad, mayor resistencia y el vehículo tiene que gastar mas combustible en vencerla; en el ejemplo propuesto (100 km/h vs. 80 km/h) , de hecho del orden del 20% más. El factor "resistencia a la rodadura" es muy complejo pero su valor depende básicamente del peso del vehículo, no de la velocidad, así que pasamos de él.
La lógica de la limitación parece físicamente inapelable: a mayor velocidad, mayor consumo de combustible.
Sin embargo debemos tener en cuenta también otros factores. En conducción por carretera (largos recorridos a velocidad mas o menos constante) el principal factor que interviene en el consumo sí es la velocidad puesto que lo que el motor del vehículo ha de hacer principalmente es vencer la resistencia aerodinámica Cx. En conducción urbana, en cambio, las velocidades medias son mucho mas bajas y a pesar de ello todo el mundo sabe que los coches consumen más en ciudad que en carretera. Esto es así porque conducir por ciudad implica numerosas deceleraciones y aceleraciones y cada vez que acelera el vehículo debera consumir combustible para incrementar su energía cinética (la energía cinética de las deceleraciones se disipa en forma de calor a traves de los frenos y se pierde totalmente, salvo en algunos vehiculos electricos o híbridos que pueden recuperarla parcialmente), Dicho de otra forma el principal factor externo de consumo en conducción urbana es la fluidez del tráfico.
Vale, Nuestro ínclito Govern ya se ha preocupado por limitar la velocidad y ahora... ¿Hará algo por mejorar la fluidez?. Pues no lo sé, de eso no han hablado. Limitar la velocidad y penalizar a los conductores que no respeten los límites es fácil y diría que economicamente rentable (de hecho es sospechosamente rentable). Invertir en sistemas de control de tráfico y señalización controlados informáticamente es difícil y caro. Yo diría que no.
22.12.08
aleluya navidá
A pesar de la crisis, de nuevo estamos embarcados en las Fiestas de Navidad, San Consumo o como se llamen. A pesar de las quejas de los comerciantes, tiendas y gandes almacenes parecen igual de llenas que otros años, pero hay un ambiente de compra desesperada que otros años no había... como si fuera esta noche la última vez. Las tarjetas de crédito echan humo y veo mogollón de gente gastándose los cuartos que no tienen, como borrachos en los cinco minutos de barra libre que a veces se ofrecían justo antes de cerrar el bar. Por las caras esto mas parece un saqueo organizado que compras navideñas. “De perdidos al río” y ya veremos quien paga la juerga al final porque otra cosa que se oye mucho es “si no podemos que pague el banco”. El último en salir que apague la luz.
Pero no nos amarguemos antes de tiempo. Lo que pasa es que soy un cenizo, pasa que la gente tiene fe en los políticos y en los economistas cuando nos dicen que a medio año regresaremos a la bendita "normalidad". Las vacas volverán a ser gordas, los bancos volverán a ser honrados y habrá crédito y trabajo para todos. A Belem los pastores, al hiper los borregos .... Aleluya!
Pero no nos amarguemos antes de tiempo. Lo que pasa es que soy un cenizo, pasa que la gente tiene fe en los políticos y en los economistas cuando nos dicen que a medio año regresaremos a la bendita "normalidad". Las vacas volverán a ser gordas, los bancos volverán a ser honrados y habrá crédito y trabajo para todos. A Belem los pastores, al hiper los borregos .... Aleluya!
27.11.08
La galera
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Erase una vez una galera que navegando, navegando se acercó demasiado al borde del mundo. Durante varios días la tripulación luchó contra la corriente sin conseguir apartar la nave de la Gran Catarata ni siquiera un metro. Cuando el peligro era ya inminente la oficialidad se reunió en el camarote del capitán a fin de estudiar las medidas que aún se podían adoptar para salvar la nave. Tras deliberar durante un buen rato el capitán decidió que no quedaba otro remedio que aligerar el barco...
Así pues, desmontaron y arrojaron al agua todo lo que no les pareció esencial para seguir flotando: anclas, mástiles y velas, brújulas, herramientas, los remos de repuesto y hasta los botes salvavidas. A pesar de todo no lograron separarse del borde, aunque sí consiguieron que la corriente les arrastrase un poco mas lentamente
El capitán volvió a reunir a los oficiales:
- Tenemos que aligerar el barco todavía más y no queda ya nada de lo que podamos prescindir. Alguien de la tripulación deberá ser arrojado al agua. No hay otro remedio.
- Yo no seré, desde luego –dijo el piloto- porque sin mí no sabreis encontrar un rumbo que os lleve a puerto.
- Yo tampoco - dijo el cocinero - o no comereis durante el resto del camino
- Yo no soy sacrificable - dijo el comerciante – porque sin mi no conseguireis vender la carga sin ser acusados de piratería y ahorcados.
- Yo tampoco puedo ser –dijo el contramaestre- o la indisciplina y el abandono pronto se adueñarán del barco.
- Nosotros tampoco- dijeron a coro los dos cómitres – porque sin nosotros los remeros no se esforzarán ni sabrán remar coordinados.
Finalmente acordaron que se podía echar por la borda a los dos grumetes sin mengua de la operatividad del navío, pero como éstos eran mas bien ligeritos de peso apenas hubo cambio apreciable en la marcha de la nave. Metro a metro seguían aproximándose al horizonte.
Al rato decidieron que había demasiados remeros y echaron a cuatro de ellos, los menos productivos, digo débiles; advirtiendo a los demás que si no incrementaban su productividad o sea, si no remaban más duro, tendrían que echar a algunos mas por el bien de todos los que navegaban en el mismo barco.
Con el rugido de la Gran Catarata ya en los oidos, despidieron a cuatro remeros más y luego a otros cuatro a fin de reducir costes operacionales, digo lastre al mínimo posible. Cuando el capitán declaró el Concurso de Acreedores, digo el “Sálvese quien Pueda” poco antes de despeñarse por el borde de la Quiebra, digo Gran Catarata, aún había oficiales a bordo que creían que haciendo un último esfuerzo y despidiendo a cuatro remeros de los seis que quedaban, a uno de los cómitres y al cocinero aún estarían a tiempo de salvar la nave.
Hay políticas empresariales que parecen predestinadas al naufragio.
Erase una vez una galera que navegando, navegando se acercó demasiado al borde del mundo. Durante varios días la tripulación luchó contra la corriente sin conseguir apartar la nave de la Gran Catarata ni siquiera un metro. Cuando el peligro era ya inminente la oficialidad se reunió en el camarote del capitán a fin de estudiar las medidas que aún se podían adoptar para salvar la nave. Tras deliberar durante un buen rato el capitán decidió que no quedaba otro remedio que aligerar el barco...
Así pues, desmontaron y arrojaron al agua todo lo que no les pareció esencial para seguir flotando: anclas, mástiles y velas, brújulas, herramientas, los remos de repuesto y hasta los botes salvavidas. A pesar de todo no lograron separarse del borde, aunque sí consiguieron que la corriente les arrastrase un poco mas lentamente
El capitán volvió a reunir a los oficiales:
- Tenemos que aligerar el barco todavía más y no queda ya nada de lo que podamos prescindir. Alguien de la tripulación deberá ser arrojado al agua. No hay otro remedio.
- Yo no seré, desde luego –dijo el piloto- porque sin mí no sabreis encontrar un rumbo que os lleve a puerto.
- Yo tampoco - dijo el cocinero - o no comereis durante el resto del camino
- Yo no soy sacrificable - dijo el comerciante – porque sin mi no conseguireis vender la carga sin ser acusados de piratería y ahorcados.
- Yo tampoco puedo ser –dijo el contramaestre- o la indisciplina y el abandono pronto se adueñarán del barco.
- Nosotros tampoco- dijeron a coro los dos cómitres – porque sin nosotros los remeros no se esforzarán ni sabrán remar coordinados.
Finalmente acordaron que se podía echar por la borda a los dos grumetes sin mengua de la operatividad del navío, pero como éstos eran mas bien ligeritos de peso apenas hubo cambio apreciable en la marcha de la nave. Metro a metro seguían aproximándose al horizonte.
Al rato decidieron que había demasiados remeros y echaron a cuatro de ellos, los menos productivos, digo débiles; advirtiendo a los demás que si no incrementaban su productividad o sea, si no remaban más duro, tendrían que echar a algunos mas por el bien de todos los que navegaban en el mismo barco.
Con el rugido de la Gran Catarata ya en los oidos, despidieron a cuatro remeros más y luego a otros cuatro a fin de reducir costes operacionales, digo lastre al mínimo posible. Cuando el capitán declaró el Concurso de Acreedores, digo el “Sálvese quien Pueda” poco antes de despeñarse por el borde de la Quiebra, digo Gran Catarata, aún había oficiales a bordo que creían que haciendo un último esfuerzo y despidiendo a cuatro remeros de los seis que quedaban, a uno de los cómitres y al cocinero aún estarían a tiempo de salvar la nave.
Hay políticas empresariales que parecen predestinadas al naufragio.
7.8.08
Dejadlos pasar

Sur de Francia. Vestíbulo de un restaurante al aire libre situado en la orilla del canal cerca de Agde.
Lamento la mala calidad de la foto, obtenida con un teléfono móvil. El cartel de la entrada muestra varios dibujos de perros y dice (traducción libre): "En otras partes son tolerados, aquí son amados. Dejadlos pasar" y debajo otro cartel dice "Aquí, Dog Bar" sobre un cuenco lleno de agua.
Como ciudadano de un país con una cultura que considera a los perros casi como alimañas y a sus dueños como frikis sospechosos y, por supuesto, como dueño de uno de estos animales, no puedo menos que aplaudir al propietario del restaurante. Ni siquiera consideré entrar en el restaurante vecino. Y dejé propina.
3.8.08
Clochard de canal
Estamos de vacaciones, navegando por el Canal du Rhône a Sète. Ver barcos anclados en las riberas no es novedad pero este es un poco diferente. Un barco construido con toda clase de restos flotantes o apañados por ahí: planchas de poliexpán, aglomerado, garrafas, ... tiene camarotes, doble cubierta y hasta una pequeña timonera y apostaría que hay un motor bajo toda esa cochambre.
No deja de ser una chabola de río, pero también es todo un monumento al "hágaselo usted mismo". Y, de alguna forma, también destila ternura.
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