25.4.06

Como me niego a escribir de política (a menos que me apliquen el tercer grado), de evolución porque aquí no toca, de trabajo porque me toca los cataplines y, afortunadamente, no me pasan las suficientes cosas como para merecer novelarlas. (Vamos, que mi vida es bastante aburridilla) ya no se me ocurren cosas que escribir, asi que supongo que me cabe el derecho a desvariar un poco sobre mi tierrina natal. Al hilo de desvariar sobre el tema, me comentaba Esteban por el msn lo de los guerreros astures que se enfrentaban a los moros del califato vestidos con recias armaduras y armados con sus enormes claymores de dos manos. Jesusito de mi vida!, qué imaginación. La tradición popular y lo que los asturianos llamamos el “grandonismo” (que es casi lo mismo que chauvinismo, pero regado con sidra) nos hace montarnos unas películas que ya.

Por mi parte prefiero imaginarme a los habitantes del primer reino astur de otra manera. Mas bien como unos aldeanos aterrorizados, atrapados entre las razzias de los moros desde las montañas y las incursiones vikingas desde el mar, obligados a unir su suerte a la de unos señores extranjeros a cuyas pretensiones de imponer el feudalismo en una tierra de tradición comunal (conservada incluso durante el largo período romano) se habían resistido ferozmente hasta ayer mismo.

Siempre prestos a salir corriendo al monte a la menor señal de alarma, a ocultar sus familias con los escasos enseres que podían acarrear. Gente pobre que trabajaba la tierra con arados de madera porque el escaso hierro disponible era necesario para hacer lanzas y hachas. Gente desconfiada, de esa de la cual el viajero puede esperar hostilidad, pero nunca hospitalidad. Además por mucho que el pais fuera oficialmente cristiano y que el rey Pelayo ofrendase su victoria en Covadonga a la Virgen, la mayor parte de la población era mas pagana que cristiana, con una religión sincrética hecha de una mixtura de mitos y ritos druídicos y romanos apenas rebozados en herético arrianismo. Roma y sus obispos paraban lejos y la cosa debía ser muy parecida al colorista “santerío” sudamericano de hoy.

Y de cleymores o espadones nada. Las espadas son armas de guerrero señorito, adecuadas para esos caballeros visigodos tan miedosos de mancharse de barro y tan preocupados por sus blasones y banderitas. Sólo los nobles y sus caballeros llevaban espadas, el guerrero de a pie, ante todo práctico, preferiría sin duda el hacha, que lo mismo sirve para cortar la leña para la cocina cuando pintan copas que la pierna de un moro cuando pintan bastos. La lanza también; de herencia romana, corta para que no se enrede en las ramas del bosque y de hoja ancha y resistente apropiada tanto para cazar el jabalí como para traspasar escudos y cotas de malla. ¿Dije cota de malla?. Ni había acero de calidad ni herreros tan diestros por aquél entonces. Si alguien llevaba cota es porque se la había quitado al cadáver de un moro, que los vikingos tampoco sabían mucho de eso, aunque sí de espadas. Peto de cuero de vaca curado en cobre, casquete de lo mismo, escudo de madera, cuchillo a la cintura y siempre, siempre el arco y la flecha. Acero puede que no, pero madera había mucha y muy buena y una flecha bien apuntada bien oculto en la floresta , lo mismo te arregla el asunto de la cena que quita de enmedio a un forastero molesto. A veces al mismo tiempo.

Sus apenas tolerados señores debían ser casi tan pobres como sus malencarados súbditos. Valga por ejemplo la archifamosa “Cruz de la Victoria” que era (y aún es) poco más que un cacho de madera recubierto de una lámina de oro tan fina que había que tener cuidado al manejarla para que no se desprendiera. Las joyas que la recubren son baratijas, piedras bonitas pulidas de la forma mas tosca. Y si esa era la Joya del Reino es que la cosa no daba para mucho más.

Durante varias décadas la capital del reino pasó de un lugar a otro, huyendo de saqueo en saqueo. Un par de años aquí, cinco allí... Después de que los vikingos arrasasen su más flamante capital, Pravia, situada en un paraje rico e idílico a orillas del Nalón (por desgracia el Nalón era navegable para los dakkar), uno de los primeros reyes tomó la decisión de sentar reales en Oveto, un poblaco cuya única ventaja era que estaba situado lejos de cualquier curso de agua navegable (de hecho lejos de cualquier río del tamaño que fuera) y lo bastante al interior, es decir rodeada de otras poblaciones y castros, como para que ningún enemigo volviera a cogerle por sorpresa. Al principio los reyes ovetenses ni siquiera se tomaron la molestia de construir murallas o fortificación alguna. Ni ninguna otra construcción permanente, si vamos a eso.

Algo más tarde el prerrománico asturiano produjo pequeñas joyas arquitectónicas. Pequeñas porque quizás no había presupuesto para hacer nada más grande y joyas porque los constructores tuvieron mucha práctica (mas que constructores eran reconstructores, si ustedes me entienden). Oviedo misma fué destruida y reconstruida varias veces. Las míticas victorias de los asturianos sobre moros y vikingos son muy exageradas. Ambos enemigos eran netamente superiores en el campo de batalla, pero también eran impotentes para ocupar militarmente un pais bronco y hostil que, por añadidura, estaba aislado por el clima durante la mitad del año, asi que la práctica bélica habitual eran el saqueo, la captura de esclavos y ganado, la incursión punitiva. Las rapiñas las efectuaban generalmente pequeñas partidas que los asturianos primero sufrieron y luego aprendieron a cazar por el sacrificado método de dejarles entrar libremente (porque no tenían medio de impedírselo), poner entretanto lo indispensable a salvo y hostigarles mientras trataban de salir del pais con el escaso botin que hubiesen conseguido. Pura táctica de guerrilleros. Si había suerte alguna partida se extraviaba entre tantos bosques, montañas y pantanos y entonces... se les exterminaba, así de simple. En eso consistieron todas las victorias locales desde Covadonga hasta la conquista de Vasconia y Galicia.

Se cuenta que en una ocasión, alla por finales del siglo X, una flotilla vikinga remontó el Nalón hasta lo que hoy es la población de Caldas, que es lo mas cerca de Oviedo que se puede llegar por agua. Allí abandonaron sus barcos para atacar a pie la capital. Saquearon e incendiaron a placer el villorrio abandonado y vacío y al retorno trajeron algo de botín... pero ya no había barcos, sólo hogueras humeantes. De la guarnición que dejaron a cargo sólo quedaban las cabezas clavadas en palos. No había donde ir y su alrededor cada vez se apiñaban mas enemigos sedientos de venganza sobre el enemigo secular. Cuenta la leyenda que a los supervivientes de la matanza se les ofreció la vida a cambio de que construyeran barcos de guerra para el monarca. Los establecieron en lo que hoy es la Villa de Cudillero Un lugar bastante curioso para poner un puerto porque está rodeado de acantilados con un único (y peligroso) camino de acceso y que ni siquiera es un buen puerto porque cuando sopla el temporal del NO hay que subir los barcos al tejado para ponerlos a salvo y la lluvia helada parece capaz de penetrar a través de las paredes de las casas. Un sitio espectacular para visitar pero donde uno en su sano juicio no se establecería... a menos que le obligasen a punta de lanza. Claro que los asturianos seguro que no se fiaban ni un pelo de sus nuevos vecinos por muchos juramentos que hubiesen hecho.

La táctica de “pasa a mi sala de estar” funcionó bastante bien: moros y vikingos acabaron finalmente por hartarse. Desde luego el miserable botín que podían sacar de estos pobretones seguro que no merecía el sangriento precio que había que pagar por él. Los vikingos acabaron pasando de largo para arriesgar su vida por las mucho mas dignas riquezas de Sevilla, Lisboa, Sicilia... No digo que no parasen de vez en cuando a “aprovisionarse” en las aldeas costeras, pero se guardaron mucho de nuevas aventuras tierra adentro. En cuanto a los moros, también acabaron por abandonar la idea de someter a la verdadera fe a esos bárbaros del norte y –literalmente- los olvidaron. Simplemente dejaron de mencionarlos en las crónicas de la época. Cierto es que por entonces los moros se dedicaron mayormente a disputarse entre ellos los ricos restos del califato y que había poco que temer de esos bárbaros fuera de su áspera tierra, pero iban a pagar muy cara después esa confianza.

Advertencia: Toda esta historia es puro imaginario. Esta babayada ha sido redactada sin consultar ningún libro de historia y sin verificar dato alguno. La cuento así porque así pudo pasar y porque así es como me gusta imaginar que pasó. Passa algo?

9.4.06

Mejor un profesional 2


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Últimamente tengo el blog mas abandonao que un perro en la autopista, así que voy a poner cuatro tonterías, mas que nada por que no me echen del sitio éste.

Tontería número uno: El viernes de madrugada cuando voy a coger el coche me encuentro conque me han robado. No nos espantemos, el coche está exactamente donde lo había dejado, no tiene ni una marca, ni una rozadura. Pero me lo encuentro abierto y el interior está patas arriba, han vaciado las guanteras sobre los asientos , revuelto el portafolios que había en el asiento trasero y falta algo en el salpicadero. ¿El radio-CD?. No. Efectuado el recuento resulta que me han robado las rejillas de ventilación del salpicadero (¿!?), las tapas imitación cuero de los reposabrazos y un CD de Ray Charles. Eso es todo. Ni mas ni menos. Los cacos incluso han tenido cuidado al desmontar las rejillas de no romper los marcos , que son de esos de plástico y sujetos con presillas a presión que si los miras fijamente se rompen solos. Asombroso.

La policía no se lo acababa de creer ni tampoco se lo creía el jefe del taller. Como tampoco se explicaba cómo alguien pudo abrir el coche sin forzar las cerraduras ni romper un vidrio. Le dije medio en broma medio en serio: "Pues mira, alguien de este taller es el principal sospechoso, porque en tu PC están los códigos de acceso de todos los coches de esta marca que hay en el pueblo y es tu gente la que sabe desmontar estas cosas sin romper nada". No pareció hacerle mucha gracia. Pero a mi lo que preocupa es que algún día el caco necesite... ¡que se yo!: un volante, un salpicadero entero, un juego de pedales... o un motor nuevo (bueno, en bastante buen estado).

Segunda tontería: Por fin lo han conseguido. Muerto nuestro gato "Grisú" de infarto de miocardio (los gatos también se mueren de eso por lo que parece), y pasado el duelo, la familia llevaba dándome la lata para que adoptásemos un perro. Y yo llevaba mas o menos el mismo tiempo negándome en banda. Ni hablar de más animales en casa. Bueno, pues basándose en el principio que es mas fácil conseguir el perdón que el permiso y contando con la complicidad de mi señora esposa, al final me han puesto ante los hechos consumados. Tras considerar seriamente (y rechazar finalmente) la posiblidad de irme a vivir yo solo a un hotel y dejarlos a ellos con esa cosa peluda he tenido que aceptar al nuevo miembro de la familia.

Os lo presento. Mi hijo le ha puesto por nombre "Dante" , pero si alguien cree que es en honor del autor de la "Divina Comedia" se equivoca: Dante es el nombre de un gigantesco lobo asesino coprotagonista de un videojuego. Pero Dante, de grande y de asesino tiene muy poco, como puede apreciarse en la fotografía. Pero es listo y ya ha aprendido unos cuantos trucos. Cuando aprenda a hacer sus necesidades fuera de casa puede que lleguemos a ser amigos.