26.8.16

El IRPF y la madre que lo parió

El “Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas” es en teoría un impuesto sobre los ingresos obtenidos por cualquier medio. En realidad, se trata de una penalización al trabajo. El Impuesto sobre la Renta exige que cada ciudadano de una parte del dinero que ha ganado en base a su trabajo, esfuerzo o inteligencia al Estado para que éste lo gaste en aquello que considere oportuno. El efecto de penalización al trabajo es aún mas evidente cuando se introduce la llamada “progresividad”, es decir que cuanto más ingresos, mayor es la proporción del impuesto. Esto, que podría parecer justo, no lo es en absoluto. Si hay que gravar los ingresos parece lógico gravarlos igualitariamente, es decir que si el ciudadano que gana mil debe de entregar doscientos, el que gana un millón debería entregar doscientos mil y no quinientos cincuenta mil. Me parece a mi. ¿Es malo tener un trabajo bien renumerado, un negocio rentable…? . ¿Es delito ser "rico"?.

El Impuesto sobre la renta ha sido muy cuestionado desde sus orígenes. Para los partidarios de la prioridad de los derechos individuales su puesta en práctica constituye una cesión inadmisible de los derechos del ciudadano, ya que supone dar al Estado el poder de saquear los bolsillos sin contraprestación objetiva. En Francia, Gran Bretaña y sobre todo en Estados Unidos la batalla política fue durísima. Todavía, de vez en cuando, algún filósofo solitario se atreve a cuestionar la ética del impuesto a pesar de los años que lleva aplicándose en la mayor parte de los países.

Por si fuera poco, su puesta en práctica, al menos, en España adquiere tintes orwellianos. Mediante una cuidadosa propaganda (“Hacienda somos todos”) se ha convencido al ciudadano que el impuesto es “bueno”, un “deber cívico” un sacrificio que se hace en pro del “bien común” y que una de las cosas que más caracteriza al “buen ciudadano” es la religiosidad con la que paga sus impuestos. La moralidad o finalidad de los mismos ni siquiera se cuestiona, tanto menos se debate.  Un “buen ciudadano” no hace ese tipo de preguntas. Sin embargo la diferencia entre un impuesto y un saqueo legalizado está en los medios como en los fines, hasta el punto que podríamos definir “política económica” como el arte de administrar los impuestos.

Cuando digo “religiosidad” no hablo por hablar. Una vez asentado los dogmas del “deber cívico”, “la necesidad del pais” y el “bien común” ya es innecesario pensar o debatir. El mero hecho de poner en cuestión la necesidad o la moralidad, o la cuantía de algunos impuestos atrae inmediatamente calificativos como egoísta, antisolidario, antisocial, o peores.  

Sólo desde una visión religiosa (y por lo tanto dogmática) de los impuestos es posible que el ciudadano, además de hacer su propia declaración, asuma las perversas figuras del “responsable último” o de la “diligencia exigible”. Ser el “responsable último” implica no sólo pagar sin chistar, sino asegurarse con la “diligencia exigible” de que le hayan cobrado hasta el último céntimo de su propio dinero. Así se exhonera de responsabilidad a la Administración o a las empresas y se obliga al ciudadano a ser su mismo inspector de Hacienda. Sin pelos en la lengua: Se le ha convencido para ser cómplice necesario de su propio robo.

Algo huele mal en la Agencia Tributaria

Dada la complejidad del actual sistema fiscal  (sólo el manual básico de la Declaración de la Renta tiene 456 páginas, está redactado en una oscura jerga burocrática accesible sólo a expertos y plagado de referencias legislativas inaccesibles) la pretensión que el ciudadano medio sea el “responsable último” de sus propios impuestos es, como mínimo, surrealista. En la práctica asumir dicha responsabilidad pasa por contratar un gestor con el consiguiente coste añadido. Pero el gestor tampoco es responsable de sus propios errores: lo es el ciudadano que lo contrata. Incluso si acudieras a la Agencia Tributaria.  Absurdo sobre absurdo.

Por añadidura la “diligencia exigible” es una ¿figura delictiva? que permite a la Administración sancionar al ciudadano por cualquier error cometido en la declaración sea o no el causante, haya o no haya intencionalidad. La arbitrariedad es patente ya que no se basa en criterios objetivos sino en el criterio de un funcionario de la Administración (que es juez y parte y a menudo causante del error). El ciudadano está indefenso pues ni siquiera se le permite alegar ignorancia o información errónea. Como si de un tribunal de la Inquisición se tratase, el ciudadano acusado de evasor se verá obligado a tratar de probar su inocencia y, si lo consigue, será condenado precisamente por ser inocente.


Mención aparte merece la “picaresca” que ha desarrollado la agencia tributaria para exprimir al máximo al pobre contribuyente atrapado en un error. Algo he hablado de eso pero otra vez será. 

4.8.16

¿Hacienda también roba?


Es un saber común que, a aquellos que vivimos de un sueldo, Hacienda nos tiene bien amarrados y controlados. Quizás por ello el 90% de los curritos nos limitamos a confirmar el borrador del IRPF que nos elabora la Agencia Tributaria sin comprobarlo o, todo lo más, verificando que los datos del borrador coinciden con el certificado de la empresa (el del banco no, porque no hay quien lo entienda). Damos por hecho que Hacienda no se equivoca nunca.

Pero Hacienda se equivoca. Y mucho. Y muchas veces. A mi me pasó. Por ello he tenido oportunidad de hablar con un asesor fiscal y resulta que, en su experiencia,  al menos seis de cada diez borradores son erróneos o están mal cumplimentados y, mira que casualidad, en la gran mayoría de los casos los errores son a favor de Hacienda. En mi caso no.

A pesar de todo, esto de los “errores” de Hacienda podría ser tema para hablar sobre la faliblidad humana  si no fuera porque para Hacienda cometer errores en los borradores resulta ser un  gran negocio, incluso aunque aparentemente sean en su contra. Hasta tal punto que sospecho que muchos de esos errores son deliberados.

Casi siempre los errores ocurren porque los datos del borrador son los que las administraciones, las empresas y los bancos proporcionan a Hacienda. Y si estos datos están equivocados o no se comunican a tiempo (cosa que pasa, puedo asegurarlo por experiencia personal), el borrador estará mal calculado, y si el error es a nuestro favor al aceptarlo habremos cometido un “delito fiscal” porque en virtud de la Ley del Embudo nosotros somos los responsables últimos incluso de los errores de Hacienda.

Eso sí, sólo nos reclamarán si del error resulta que les debemos dinero. Si ocurriera al revés, cosa que sabemos que a veces también pasa, no he oido que nunca la Agencia Tributaria cite a nadie para informarle que “Amigo: nos has pagado de más, así que vamos a devolverte una pasta”. Resulta que no tiene obligación porque, como “responsables últimos”, es a nosotros a quienes a quienes corresponde reclamar !.

Por otro lado, aunque ellos tienen cinco años para reclamarte,  tú  dispondrás de plazos justos, justitos y una vez que firmes (y pagues) perderás automáticamente todo derecho a reclamar posteriormente aunque después se descubra que eras tú quien tenía razón y no ellos. De nuevo la Ley del Embudo, artículo 666 “Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita”.

Por si eso fuera poco no te pongas remolón porque tienen toda una caja de herramientas para apretarte las tuercas. Aparte de exigir que pruebes tu inocencia, como si fueran la Santa Inquisición, a los contribuyentes se les coacciona descaradamente para que no reclamen. Se les coacciona y se les engaña, o al menos se les induce a error.

Un caso nada hipotético: supongamos que en 2012 te abonaron unos atrasos que te debían de 2011. Cuando llega el momento de declarar confirmas inocentemente el borrador del 2012 creyendo que los datos que figuran en él son correctos . Pero resulta que esos atrasos que te pagaron no los incluyeron en el borrador (¿?). Al cabo de cuatro años y unos meses (a los cinco caduca el “delito”), la AEAT te comunica que deberías haber hecho una declaración complementaria por esos atrasos y que les debes, digamos 400€, y te propone un acuerdo para pagarlos. Para entonces ni siquiera recuerdas aquellos atrasos, no sabes donde están las nóminas y el banco no puede o no quiere pasarte los movimientos (no tienen obligación de conservar los datos más de dos años). Contratar un gestor o un abogado te va a costar casi más de lo que debes y no te va a librar si realmente lo debes. Así que te resignas, decides no presentar alegaciones, aceptar el acuerdo y pagar creyendo que así se soluciona el asunto. Craso error: el calvario sólo ha empezado.

A los pocos días La AEAT te comunica que ya que has reconocido la deuda, debes pagar también los intereses de demora (¡esto no te lo dijeron cuando propusieron el acuerdo!) y ademas se te ha abierto expediente para imponer una posible sanción (¡!)que (aunque no te lo digan) será del 50% de la cantidad no ingresada. Resultado final: Hacienda va a acabar cobrando casi 700€ por una deuda original de 400€. Lo dicho: los errores son un buen negocio.

Todo esto te lo comunican mediante escritos en lenguaje “oficial” pero de una neutralidad alarmante y con algunas equivocaciones que llaman la atención. Se ve claramente que las cartas están redactadas “en serie” mediante un ordenador. Que no eres el único pringao, vamos.

El sesgo a favor de Hacienda en los “errores”, la proliferación de los mismos y los medios de engaño y coacción que usan me llevan a pensar que esta forma de actuar es premeditada y tiene la finalidad de mejorar la recaudación explotando la buena fe y el miedo de los pequeños contribuyentes, por no hablar del santo temor a la Administración, con sus eternas colas, sus papeleos interminables, sus funcionarios de cara de palo y sus “vuelva usted mañana”.

Fijaos cual sería el “modus operandi”:

-         Elegir las víctimas. Son victimas obvias aquellos curritos que suelen confiar en el borrador que proporciona la AEAT.
-         A la primera oportunidad se desliza un error o se ocultan algunos datos en el borrador. El truco está en que el “error” no sea demasiado notorio. El pringao no se da cuenta, firma y paga lo que cree de buena fe que corresponde . O bien acaba de convertirse sin saberlo en primo (Si el error es a favor de Hacienda)  o acaba de convertirse sin saberlo en un defraudador fiscal (si el error es a favor del contribuyente).
-         En el segundo caso se dejan pasar cuatro años y unos meses, justo antes de que finalize el plazo de prescripción y se encañona al pringao por sorpresa, cuando ya ni se acuerda de nada de lo que ocurrió el año de autos. Se le da un apretado tiempo de plazo y se le propone generosamente llegar a un acuerdo sobre la cantidad adeudada. Como la cantidad no es grande el pringao casi siempre aceptará, por temor a que le salga más caro protestar que pagar. Además él es un honrado contribuyente, qué van a decir los vecinos.
-         El muy tonto ha reconocido la deuda!: Ahora es el momento de informarle de que además tiene que pagar los intereses de demora (superiores a los del mercado y durante cuatro años, no lo olvidemos) y de que se le va a sancionar. Ahora la trucha querrá colear pero ya es demasiado tarde porque el “acuerdo” incluía la renuncia a cualquier reclamación posterior. Si realmente se empeña en hacerlo tendrá que recurrir a juicios y abogados. Resultado: finalmente acabará pagando cerca del doble del importe del “error” original.
-         Apliquese el mismo procedimiento a decenas de miles de curritos.

Se te miente o se te induce a error para que “defraudes”,  hacen como que te pillan, te persuaden a declararte “culpable” y luego te coaccionan  para que acabes pagando el doble. Estaríamos hablando de millones de euros recaudados por medios quizás legales pero muy poco éticos (si es que es un procedimiento deliberado, pero si no lo es , lo parece).  Si el borrador solo sirve para despistar mientras nos roban la cartera, vale más volver a la época en que hacías la declaración con calculadora y bolígrafo.



XM




 P.S. : Y luego está lo de las multas. Joer. Darle  a un ayuntamiento el poder de cobrar las multas a través de Hacienda es como regalarle a Chucky un revólver cargado. Algunos ayuntamientos ya ni se molestan en darte la “papeleta”. Se la pasan directamente a Hacienda  y a tí  Hacienda ni te dice porqué ni te dice quién te ha hecho el cargo.

5.9.13

Chapuzas III

Por si con la cuna no tenían suficiente ahora estoy liado con una casita de muñecas. Hecha a pelo: sin planos y escala muñeco de playmobil.






22.3.12

Chapuzas II

Bueno, mas que nada por hacer algo diferente y también debido a haber sido presionado, conminado y casi, casi obligado me he puesto a hacer carpintería, algo que salvo cuatro chapuzas en casa no me había animado a hacer hasta ahora. Bueno, carpintería tampoco es y tampoco estoy excesivamente satisfecho del resultado. Se puede mejorar pero para un primer intento tampoco está tan mal. ¡Qué narices, está muy bien!. Tanto que voy a poner aquí las afotos.

Tachaán!: Cuna mecedora para muñeco de diseño propio en estilo preindustrial steam. 44x24x50. Hecha a mano en madera de pino y barnizada en color caoba. Desmontable para transporte. No hay ni un solo clavo o pieza metálica en la construcción. Tampoco he utilizado herramientas eléctricas salvo para los taladros porque  hacerlos a mano me provoca túnel carpiano.   Todas la ropitas han sido diseñadas, cortadas y cosidas a mano por mi señora esposa. Lo que uno hace por los nietos.



9.3.12

DIA DE LA MUJER

Ayer fue el Dia Internacional de la Mujer Trabajadora o algo así. La verdad: nunca me han gustado estos “dias dedicados” a un tema concreto. Por un lado es como si se quisiera sentar ortodoxia o algo así, y por el otro como si el resto del año no importase gran cosa. Lo sacralizan al mismo tiempo que lo trivilizan. Queda como un poco… stalinista.

Pero bueno, ya que estamos y como que el Pisuerga pasa por Valladolid, aprovecho la ocasión para rendir homenaje (y presentaros, si no la conoceis) a una de mis artistas favoritas: una pintora del XIX llamada Rosa Bonheur.

Como pintora es muy académica, con una técnica minuciosa rallana en el hiperrealismo. Quizá haya a quien no le guste por excesivamente académica pero a mi me encanta. Aunque pintaba de todo, su temática favorita era muy  poco corriente: los animales, especialmente los de granja. Los “retrataba” como nadie los retrató ni los retrataría jamás

Como mujer todo un personaje y para variar alcanzó el éxito . Y eso que lo tenía todo en contra:  era mujer en una sociedad machista y en un oficio tradicionalmente de hombres, sus orígenes familiares eran (por decirlo suavemente) oscuros; y para acabarlo de redondear su lesbianismo era del dominio público, ya que no hizo del mismo ningún secreto (Y ojo, que estamos hablando de la época Victoriana!) . Sin embargo su arte rompió cualquier prejuicio y contó entre sus amistades a reyes y presidentes de Estado.


En fin. En cualquier buscador de imágenes escribid “Rosa Bonheur” y que hable por si misma.

3.3.12

Chapuzas

Todas las mujeres del mundo saben (o deberían saber) que la única diferencia entre un hombre adulto que entra en una ferretería y un niño que entra en una juguetería, es que , por desgracia, el adulto suele llevar encima la tarjeta de crédito.

Tengo el cubículo que pomposamente llamo "el taller", lleno de herramientas que no necesito, que nunca he usado y que tampoco sé usar (por mucho que presuma de saber hacerlo). Si a esto sumamos las que me han regalado, (si no sabes que regalarle el día del padre, un moderno taladro electrónico de velocidad variable siempre queda bien, aunque ya tenga siete), las cajas de herramientas, los botes de pintura que nunca te decides a tirar porque aún están medio llenos, las piezas sobrantes de reparaciones domésticas que tampoco tiras por un "si acaso" que nunca ocurre, los tornillos que comprastes por cajas aunque sólo necesitabas dos y un inmenso etcétera de chismes y artefactos diversos que una vez pensaste que necesitabas desesperadamente, fácil es imaginar la cantidad de trastos que pueden acumularse tras veinte o treinta años años de ejercicio de supuesto aficionado al bricolage.

Y lo peor, lo peor de todo es que cuando realmente necesitas algo, nunca lo tienes. Y tienes que volver a la ferretería... ¿Con qué cosas saldré esta vez?

24.2.12

El chollo de la Formación


Una nueva “burbuja” se ve venir por el horizonte: la de los cursos de formación profesional. Al hilo de las supuestas carencias formativas de los trabajadores españoles y de los millones de parados, nuestros gobernantes se han vendido a si mismos la formación laboral continuada como la panacea universal que va a solucionar de una vez y para siempre los endémicos problemas de empleo precario y baja productividad de los trabajadores españoles.

Para fomentarla no se ha reparado en gastos. El gobierno Zapatero inyectó miles de millones de euros en subvenciones a la formación continuada. 2200 M€ que maneja anualmente la Fundación Tripartira, más 175M€ para la patronal y los sindicatos, más los muchos millones que aportaron las CA con competencias transferidas. También colabora la UE con cifras que desconozco pero que seguramente son también importantes (en la página de la Comisión Europea los fondos de formación están distribuidos entre las diferentes áreas por lo que es casi imposible seguirles el rastro. Me aburrí, lo siento). Más los que aportan las entidades locales, gremiales, etc. Imposible conocer las cifras exactas, que bien pudieran estar cerca de los 10.000 M€.

Para incitar a la masa trabajadora (o no) a formarse tampoco se ha reparado en propaganda mi en medios de presión. Se ha fomentado artificialmente una intensa demanda bien por el sistema de declarar obligatorios determinados títulos  para el desempeño de determinados puestos de trabajo (imponiendo las “cartillas profesionales”, por ejemplo); bien imponiendo baremos de “méritos” para los ascensos dentro de la administración (se obtienen “puntos” por cada curso tengan o no que ver con el puesto); bien dejando de reconocer los títulos “anticuados” (Proceso de Bolonia). La excusa siempre es pausible: La prevención de riesgos laborales, la excelencia profesional, la equiparación a nivel europeo… pero la presión existe y en consecuencia el que aspire a un puesto de trabajo o quiera conservarlo debe asistir sistemáticamente a nuevos cursos, másters, posgrados etc … y pagar, pagar, pagar. Pagar, sí, porque las subvenciones no lo cubren todo, las empresas sólo pagan lo indispensable y los cursos de cierta calidad no son nada baratos. Una verdadera sangría para los currantes, especialmente mileuristas y parados.

Lo malo es que tanto afán formativo no carece de daños colaterales: la sociedad entera está enfermando de “titulitis” y despreciando la experiencia, que es la única universidad verdadera y más en el campo laboral. Y aquellos que no pueden permitirse seguir el ritmo, sea porque carecen del tiempo necesario, sea porque no pueden pagarse los cursos, corren el riesgo de quedarse marginados para siempre en la carrera por unos puestos de trabajo cada vez más escasos. Porque lo cierto es que la formación no crea puestos de trabajo. Salvo, claro está,  entre los que se dedican a impartirla.

Y luego, claro, este país es como es y semejante lluvia de millones no podía dejar de ofrecer resultados inmediatos aunque tal vez distintos de los esperados. La formación de pronto se ha convertido en un negocio sumamente rentable, un chollo,  y rápidamente proliferan las academias, se multiplican las titulaciones,  los cursos alcanzan precios astronómicos y son de pésima calidad, hace entrada la corrupción … Hay dos formas de incrementar los ingresos: subir los precios de los cursos sin gastar en su calidad o aumentar el número de alumnos. En ambos casos se manipulan datos y cifras sin ninguna vergüenza. Se falsifican firmas y cuestionarios, se inflan costes, se maquilla el temario… La prensa se hace eco de casos de corrupción casi cada semana. Ni la administración, ni los sindicatos, ni las patronales, ni siquiera las universidades se libran de la peste.  

Pero lo peor, lo peor de todo es que la mayor parte de los cursos que se imparten carecen de valor formativo alguno y ni siquiera son necesarios, sólo sirven para cumplir con el trámite y tener algo que poner en el currículum.

¿Puede llamarse formación a un curso de “soldadura al arco eléctrico” con 40 horas de teoría y 8 de prácticas (que son muchas menos porque hay que compartir cuatro equipos entre dieciseis alumnos y entre eso y el “ponte bien y estate quieto” … ). Pues cobran 200 euros a cada alumno, reciben una subvención equivalente y a cambio dan un diploma de “soldador”. Naturalmente los empresarios se pasan este tipo de cursos por el forro de los….

¿Puede llamarse formación a esos cursos de capacitación profesional, donde un imberbe que no sabe para qué lado se aprieta un tornillo, enseña a profesionales con diez o veinte años de experiencia cómo deben trabajar?. Pues cobran 600€ del ala a esos mismos profesionales (subvención aparte) , pero como son obligatorios…

¿Puede llamarse formación a esos “cursos de nivelación”  donde unos señores imparten temarios requetesabidos a  titulados medios y superiores que, de pronto, gracias al “Proceso Bolonia”, se encuentran con que sus años de estudios y experiencia ya no les sirven ni para colgarlos en la pared?. En algunos casos ellos mismos han proporcionado los “nuevos conocimientos” pero deben callar y pagar los 2000€ como mínimo que cuesta “nivelarse”. Ni saber quiero cuánto se ingresa de subvención.

Entre los destinatarios de tanta “formación” empieza a cundir la idea de que les están timando descaradamente. Y a estas alturas el olor de tanto “chollo” empieza a ser excesivo. Ya no es posible tapar con propaganda el hecho de que todo el sistema formativo está enfermo. Cambiado el gobierno y en tiempos de recortes, entre “los de arriba” se habla de retirar o restringir las subvenciones a cursos, de endurecer las exigencias a quienes los imparten… de tirar menos el dinero, en suma.

Pero sin subvenciones los cursos dejarán de ser rentables porque su coste es inasumible por la mayoría de sus presuntos destinatarios. ¿Alguien se imagina a un mileurista parado pagando 1000 o 2000 euros por un curso?.  Si, si el curso es obligatorio y la alternativa es la miseria, pero es mucho mas probable que la “burbuja” reviente.

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En fin, sólo como anécdotas:

Galileo Galileo se llamaba a si mismo matemático y filósofo pero no tenía nungún título que mostrar porque abandonó sus estudios en la Universidad de Pisa. Isaac Newton se graduó en el Trinity College con notas mediocres porque casi no asistía a las clases. Charles Darwin fracasó lamentablemente en sus estudios de medicina y de religión y nunca obtuvo título oficial alguno. Thomas Edison y Nikola Tesla se llamaban a sí mismos ingenieros, pero Edison ni siquera acabó los estudios primarios y Tesla no pasó del segundo semestre de sus estudios en Graz. Pasteur era químico, no médico y ni siquiera obtuvo su doctorado, aunque luego le llovieran los “honoris causa” .

Ningún título sustituye al talento y al esfuerzo.