11.12.04

De bombas y burocratas

La irresponsabilidad de algunos periodistas no dejará de asombrarme. Al respecto de la investigación acerca del 11-M no sólo se han publicado abundantes artículos acerca de la existencia de minipolvorines en minas y canteras dispersos por todo el territorio español (unos 8.000 aprox.) , además se ha hecho especial incapié en que muchos de ellos estén situados en descampado (lo obliga la ley) , carentes de vigilancia y de medidas de seguridad. Por ende se ha exagerado hasta lo increible los precios que podrían alcanzar esos productos en el mercado negro. Sólo les ha faltado incluir mapas de carreteras con la situación exacta de cada uno de ellos para hacerles el trabajo mas fácil a todos los chorizos de España. ¿A nadie se le ha ocurrido que la medida de seguridad mas evidente y barata es la discrección?. No se intenta robar lo que no se sabe que existe.

La “inseguridad” de los minipolvorines es relativa. Cierto que suelen estar sin vigilancia pero un minipolvorín es una especie de caja fuerte que no es posible abrir si no es empleando medios, digamos “violentos”, y cualquiera se lo pensaría dos veces conociendo el contenido. De hecho, en más de veinte años que llevo en el negocio, yo no conozco ningún caso de robo efectuado forzando el minipolvorin: todos los robos de los que he tenido noticia (y han sido muy pocos) han sido efectuados a punta de pistola o por personas que consiguieron hacerse con las llaves, casi siempre con la complicidad de algun operario. Desde luego eso no es razón para negar que la seguridad de dichos polvorines ha sido descuidada, quizás porque los robos eran un suceso extraordinariamente infrecuente... hasta hoy. Pero tampoco es cuestión de pregonarlo.

Lo que no se puede negar es el fenómeno de las “sisas”, o sea, la sustracción ocasional de pequeñas cantidades de explosivo por parte de los mismos trabajadores, para destinarlas casi siempre a actividades como la pesca ilegal, “faenillas” agrícolas, o celebrar la festividad local de un modo bien “sonado”. (quien no ha vivido las “tronadas” de las fiestas de los pueblos mineros de mi tierra no puede ni hacerse una idea). Dado que las sisas suelen efectuarse durante las labores (y es muy fácil “despistar” los diminutos detonadores y los pequeños cartuchos de 26), se trata de un fenómeno que no tiene que ver con los minipolvorines y que difícilmente puede erradicar ninguna vigilancia o medida de control a menos que se registre minuciosamente a cada artillero antes de salir del trabajo. De todas formas las sisas son cada vez mas infrecuentes, debido a la mentalización en cuanto a seguridad y a las penas a que se arriesgan los infractores. No me consta la existencia de un “mercado negro” de explosivos al menos en los últimos años...hasta que lo he leido en los periódicos.

Yo ignoro lo que puede llegar a pagarse por el explosivo en el mercado negro, pero si las cifras que han publicado son ciertas se podría tentar a un ángel. Ante esas cifras no respondo de la honradez de ningún padre de familia que tenga que dejarse la piel 10 horas al día en un trabajo tan duro, desagradable y desagradecido como es el nuestro. Ni de la mía respondería, me temo.

Pero es que además.. ¿cómo han reaccionado las Autoridades ante el problema?. Aparte de tarde, mal . O sea como suele hacerse últimamente en este país, recurriendo a la burocracia, incrementando el papeleo hasta extremos inconcebibles, multiplicando por dos o tres los libros, las actas y las firmas, los faxes y las solicitudes. En pleno siglo XXI , cuando existen medios para conocer puntualmente el camino seguido por una lata de tomate desde que la llenan en la fábrica de conservas hasta que pasa por la caja registradora de cualquier supermercado en cualquier pais del mundo, resulta aquí no se conoce otro sistema para controlar el explosivo que rellenar a mano cuestionarios por triplicado. Pais, que diría Forges.

Está demostrado hasta la saciedad que la burocracia nunca dió solución a ningún problema; pero después de los hechos del 11-M algún burócrata del Ministerio de Interior decidió que tenía que hacerse algo para aparentar que se estaba haciendo algo. De esta forma se improvisa apresuradamente un nuevo reglamento, como siempre, en la esotérica lógica del funcionario, sin consultar a ninguno de los implicados en el tema (ni usuarios, ni fabricantes , ni distribuidores, ni sindicatos, ni profesionales, ni siquiera a los cuerpos de seguridad o a los funcionarios de base a cargo del tema) que sale publicado el 22 de julio para que sea de obligado cumplimiento el 15 de septiembre (mes de agosto de por medio). Resultado: el 15 de septiembre los funcionarios que deberían tramitar el papeleo adicional ignoraban su existencia o qué debían hacer con él. Por otro lado se nota demasiado que el “paridor” ignoraba qué se traía entre manos porque el resultado es una estupidez al estilo de la “oficina siniestra” que realmente ni controla ni sirve para nada excepto, quizás, para dejar constancia de porqué manos pasa el explosivo (cosa que ya estaba perfectamente controlada antes con muchos menos papeles). Ya me imagino dentro de dos o tres años a los investigadores de algún caso tratando de localizar alguna información coherente entre las montañas de papeles que para entonces se habrán generado.

Y el caso es que gran parte de todas esas precauciones verdaderas o falsas son de una utilidad dudosa. Yo, que algo conozco del tema, diría que cualquiera con unos conocimientos básicos de explosivos no necesita robarlos. Aunque me tomen por un fanfarrón, yo mismo podría construir un artefacto capaz de pulverizar un edificio utilizando productos que se pueden adquirir legalmente en cualquier centro comercial.

A quien lo dude me permito recordarle, que fué con explosivo artesanal que los ultras USA volaron la sede del FBI en Cincinnati y que ETA se fabricó artesanalmente durante años su propio explosivo hasta que la oportunidad les permitió hacerse en Francia con explosivo industrial, cuyas ventajas frente al artesanal son sus mayores seguridad y vida útil.

El caso es que la cadena entre el producto explosivo, sea cual sea su procedencia y su empleo legítimo o ilegítimo tiene un eslabón indispensable de fácil control que, curiosamente, ha pasado desapercibido a nuestros “expertos” burócratas. La explicación de este extremo puede ser un poco prolija pero necesaria.

Los explosivos industriales son, necesariamente y por razones técnicas y de seguridad, sustancias muy estables que no detonan tan fácilmente como puedan pensar los profanos en la materia. Si se les aplica fuego se limitan a arder como madera, si se les golpea con un martillo sólo se consigue cansar el brazo. No son conductores , asi que no sirve de nada aplicarles directamente electricidad. Son, como se dice en la jerga del ramo, “altamente insensibles” y es necesario aplicar una gran cantidad de energía de forma muy concentrada para inducir a la detonación.

En cuanto a los explosivos artesanales, la lista de los que podrían manufacturarse en el sótano sin excesivo riesgo de acabar formando parte de las paredes no es tampoco demasiado larga y todas las especies que figuran en ella son también bastante insensibles.

La detonación se provoca recurriendo a un artefacto intermediario: el detonador. Básicamente un detonador es una cápsula cargada con una pequeña cantidad de un explosivo muy potente dotada de un dispositivo que permite hacerla estallar a voluntad. El detonador tiene tres misiones: proporcionar el súbito y concentrado aporte de energía capaz de inducir la detonación de la masa de explosivo, permitir hacerlo desde una distancia segura y en el momento preciso. Sin un detonador resulta muy dificil provocar una explosión controlada y casi cualquier método alternativo resulta cuando menos engorroso, poco fiable e impreciso... y peligroso para el desgraciado que lo manipule.

Para resumir: Sea empleando explosivos convencionales o artesanales, no puede construirse un artefacto explosivo sin un detonador y éste es un artefacto de precisión que difícilmente admite sucedáneos. Ergo: controlando el movimiento de los detonadores se controla el explosivo, tanto el “legal” como el “ilegal”. Esto no quiere decir que pueda dejarse de controlar el resto de los explosivos, pero es que al “burócrata paridor” ni se le ha ocurrido que haya que controlar los detonadores, el artilugio mas indispensable de todos.

En la industria existen numerosos tipos de detonadores. Los mas corrientes son los eléctricos de tipo sensible (S) que pueden iniciarse fácilmente mediante casi cualquier fuente de energía eléctrica y que son los mas baratos y , por supuesto, los más populares (los detonadores que se usaron en el 11-M eran de este tipo). Ahora bien también hay en el mercado detonadores eléctricos “insensibles” o “altamente insensibles” ninguno de los cuales podría iniciarse con la batería de un teléfono móvil, (en el caso de los AI ni siquiera sería suficiente con una batería de camión o con la red doméstica de 220V) pues precisan de fuentes eléctricas capaces de proporcionar pulsos de cientos o miles de voltios, lo que hace necesario el uso de equipos especiales, voluminosos, caros y dificiles de conseguir. También existen detonadores no eléctricos (de gas, nonel, electrónicos, etc), sistemas todos ellos muy especializados e inservibles para otro uso que no sea aquél para el que han sido diseñados.

A cualquiera que conozca estos hechos se le ocurriría que podría eliminarse gran parte del peligro suprimiendo del mercado los detonadores S, puesto que pueden ser sustituidos por sus alternativas mucho menos manejables por “aficionados”. Eso sí que sería ponerles las cosas verdaderamente difíciles a cualquier “presunto” porque una batería de 45 kg de peso es difícil de ocultar en una bolsa de deporte o de fijar al cuerpo. Ni hablar de usar baterías de móviles, despertadores o cuatro pilas mal fijadas con cinta aislante.

La objeción que puede hacerse es que supondría un coste adicional de explotación para las empresas. Pero ocurre que el precio de los detonadores, como el de cualquier producto tecnológico depende mucho más de las unidades producidas que de la oferta/demanda. Si la demanda se volcara del lado de los tipos “seguros” de detonadores se podrían producir en mayor número y su precio bajaría sensiblemente. Además sale mucho mas caro pagar las horas de amanuenses, archiveros y vigilantes jurados, por no contar las toneladas de papel con que nos quieren enterrar. Eso sin hablar de las vidas humanas en juego.

Resumiendo: menos burocracia y mas tecnología e inteligencia. Se pueden introducir sistemas de gestión informáticos (simplemente usar el viejo código de barras) que permitan conocer los movimientos de los productos y los datos necesarios al momento, sin necesidad de generar kilómetros de archivos y de tocarnos los cojones a los profesionales, que al final parece que seamos nosotros los culpables. Y sobre todo se podría incrementar mucho la seguridad sólo con emplear o diseñar expresamente sistemas de detonación inaccesibles a “presuntos aficionados” o que, simplemente, no sirviesen para su uso en artefactos caseros.

El caso es que un detonador eléctrico es muy práctico si quieres hacer una bomba. Basta con una batería y un temporizador en un montaje tan elemental que hasta un niño podría hacerlo. Con los del tipo S ya se ha visto que la batería de un móvil es suficiente (eso es porque se inician por la inflamación de un minusculo “cerillo” que contiene una resistencia que se pone incandescente al atravesarla la corriente eléctrica. Un voltaje alto como el de un explosor (800V) ocasiona una detonación virtualmente instantánea, pero basta un voltaje de 9 voltios para provocar la explosión, si bien entonces habrá unos segundos de retraso mientras se calienta el cerillo) .

Sin embargo, y por poner el ejemplo alternativo mas usual, el sistema nonel sustituye los detonadores eléctricos corrientes por detonadores interconectados por tubitos huecos. Para hacer detonar el sistema es necesario un dispositivo muy especial (semejante a una pistola de pistones) o adosarle un detonador de otro tipo. No hay otra forma de hacerlo, por lo que esos detonadores no le serían de utilidad a ningún presunto terrorista. En la práctica eso significaría que, en lugar de los 100 o 200 detonadores eléctricos que se pueden utilizar en una voladura solo habría que vigilar un único detonador eléctrico que puede ser de tipo “altamente insensible”. Hace años que ese sistema se viene utilizando en numerosas canteras por otras razones. Pero nunca fue obligatorio que los políticos que legislan sepan nada sobre aquello que legislan.

En fin, que me he aprovechao del blog para desahogarme de tanta estupidez. Que perdone el rollo aquel que tenga la paciencia de leerlo, especialmente ese agente del CESID que se gana la vida persiguiendo por la red babayaes como ésta con la esperanza de encontrar algo por lo que merezca la pena detener a alguien.

6 comentarios:

BioMaxi dijo...

No sé si te refieres a lo mismo que yo creo, pero como no me suena eso del FBI en Cincinatti, me parece que te querías referir al ataque de Timothy McVeigh a una oficina federal en Oklahoma, que devastó un lado de un rascacielos enorme, dejando docenas de muertos, sobre todo niños de una guardería...
... ¿y todo con explosivo casero, dices? ts,ts,ts...
sigo leyendo

BioMaxi dijo...

Pues tienes más razón que un santo, la verdad.
Aunque no se acabaría con el tráfico de detonadores, sino que se generaría un auténtico mercado negro de detonadores sensibles, como el de la droga o el marfil o los diamantes. Al fabricante de un país remoto de Asia le importa un carajo la ley española así que lo más probable es que pase el material a su contacto de Singapur para que se lo lleve al de Gibraltar y de ahí a cualquier sitio de Europa. El gasto adicional se compensa con un precio más caro y punto. ¿Tú qué opinas?

BioMaxi dijo...

De todas maneras, quizá estaría bien que escribieras una carta al ministerio de interior. (¿No me recomendaste tú a mí que les escribiese a los periódicos? ;-)

Xac Mazo dijo...

Hola maxi,

Pues si. Tienes razón en las dos cosas: fué en Oklahoma y fué con explosivo casero. Supongo que no esperas que ponga aquí cómo lo hicieron, verdá?. A lo otro va a ser mas complicado contestarte, mejor lo dejo pa mañana que ya es tarde.

Anónimo dijo...

http://members.tripod.com.ar/devil/Explosivos/completa.html

Anónimo dijo...

A ver, en el peazo rollo de arriba, proponía limitar la comercialización de detonadores a tipos tan especializados y seguros que se conviertan en prácticamente inservibles para los presuntos terroristas. No se puede evitar el consumo legal de los explosivos, por tanto de lo que se trata es de que aunque alguien consiga robarlos o sisarlos, tampoco le sirvan de gran cosa. Por supuesto tendría que ser una decisión por lo menos a nivel de la CE y los medios ya existen, no es necesario inventar nada

Desde luego que no sería una solución sino un paliativo. Es ilusorio que todos los fabricantes de todos los paises adopten las mismas medidas, asi que, como bien dices, siempre se podrán conseguir recurriendo al contrabando. Incluso pueden construirse detonadores caseros, aunque para ello sean precisos conocimientos especializados. Pero aún en el hipotético caso de que se dispusiera de medidas de vigilancia y control tan perfectas que el robo de explosivos y detonadores fuera imposible, ellos siempre podrían recurrir a esas soluciones. Se trata simplemente de ponerles las cosas un poco mas difíciles y sobre todo de evitar que cualquiera pueda ser capaz de montar un artefacto explosivo con dos pilas y un reloj.. . o con un móvil.

En cuanto a lo de escribir al Ministerio... hay otros canales y ya se están utilizando. Para esta y otras cuestiones, como sería la de establecer un sistema informático de gestión. Lo que mas me jode es que se pretenda dar la impresión de que hasta ahora el control del explosivo era inexistente.